Con raíces en la disciplina del Ashtanga, su práctica y enseñanza han florecido hacia la profunda conexión somática del cuerpo. Su especialidad reside en desentrañar la intrincada danza entre la energía vital y la sabiduría que reside en nuestras sensaciones físicas. Sus clases son un santuario de presencia, donde a través de tres componentes principales – Soltar y Mover, Presencia e Inquisición (el arte de preguntar al cuerpo y dejar que el movimiento guíe la respuesta) – te invita a sentir cada susurro corporal. Nos movemos desde la superficie para despertar las corrientes internas que nos conducen a la quietud y a la revelación.